Visión desde las cumbres
Visión desde las cumbres
Hace ya muchos años, cuando uno era muy joven, tomé parte en una gran experiencia que se nos ofrecía a quienes estábamos completando nuestra formación en la Escuela Naval Militar. El buque en el que navegábamos hizo escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde se permaneció durante unos pocos días - siempre son pocos los días para disfrutar de las maravillas de esa Isla - y en la tarde de uno de ellos iniciamos la ascensión a la cumbre del Teide. No había entonces los medios que hoy día hay y la subida hasta un refugio, próximo a la cumbre, fue bastante dura sobre todo porque parte de ella se hizo en las sombras de la noche. En el refugio se cenó, en frío, lo que llevábamos y a la hora de dormir lo hicimos sobre el suelo, que no nos pareció duro - apreciaciones de la juventud - a pesar de que no disponíamos de colchoneta o algo parecido.
Unos cuantos optamos por levantarnos antes que los demás y, todavía de noche, subir otros doscientos metros hasta alcanzar la parte más alta de la cumbre. Así ocurrió que hubo dos visiones distintas de la amanecida; una la que contemplaron quienes se quedaron en el refugio y otra la que disfrutamos los que estuvimos en lo más alto y vimos al sol salir de un inmenso mar de nubes que ocultaba la visión de los valles. Las dos, aunque muy bellas, con características diferentes, y así ocurrió que cuando explicaban su experiencia los de un grupo no había forma de que casara con lo que explicaban los del otro grupo. Algunos de los que oían a unos y a otros sacaron la impresión de que no habían estado en la misma cumbre.
Eso mismo, o algo parecido, es lo que viene ocurriendo con las cumbres que se celebran en distintos lugares de nuestro planeta, a las que asisten personas del máximo nivel de gobierno, de la economía y de cualquier otra actividad, con el ánimo de examinar el panorama de aquello que les compete y tratar de acordar soluciones que sean beneficiosas para todos. Al menos eso es lo que se dice que tratan de conseguir, y debe ser verdad ya que la movilización de tantas personas de la máxima categoría mundial no es posible llevarla a cabo sin que existan razones, de mucho peso, que la motiven. Son cumbres extraordinarias.
Tan extraordinarias, tan altas, que no todos llegan a la cota máxima y, por ello, el panorama es contemplado desde diferentes niveles y, así, a la hora de exponer lo que han visto y lo que esa visión les sugiere no llegarán a hacer coincidir sus puntos de vista y hasta es posible que duden de las buenas intenciones o, tal vez, de la veracidad de los que sostienen puntos de vista distintos a los propios. Algo de eso es lo que ha ocurrido con la cumbre celebrada, en Viena, en la que unos estaban preocupados por lo que acertaban a ver y otros decidieron hacer una fiesta a la que llamaron “contra cumbre” y “cumbre alternativa”.
Para muchos de los que llegan a conocer las diversas opiniones de quienes dicen haber estado en la cumbre de Viena, la conclusión es que tales informantes no han estado en la misma cumbre. Muy parecido a lo que pasó con la subida al Teide, en mi juventud.
Manuel de la Hera Pacheco.- 15.Mayo.2006
Hace ya muchos años, cuando uno era muy joven, tomé parte en una gran experiencia que se nos ofrecía a quienes estábamos completando nuestra formación en la Escuela Naval Militar. El buque en el que navegábamos hizo escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde se permaneció durante unos pocos días - siempre son pocos los días para disfrutar de las maravillas de esa Isla - y en la tarde de uno de ellos iniciamos la ascensión a la cumbre del Teide. No había entonces los medios que hoy día hay y la subida hasta un refugio, próximo a la cumbre, fue bastante dura sobre todo porque parte de ella se hizo en las sombras de la noche. En el refugio se cenó, en frío, lo que llevábamos y a la hora de dormir lo hicimos sobre el suelo, que no nos pareció duro - apreciaciones de la juventud - a pesar de que no disponíamos de colchoneta o algo parecido.
Unos cuantos optamos por levantarnos antes que los demás y, todavía de noche, subir otros doscientos metros hasta alcanzar la parte más alta de la cumbre. Así ocurrió que hubo dos visiones distintas de la amanecida; una la que contemplaron quienes se quedaron en el refugio y otra la que disfrutamos los que estuvimos en lo más alto y vimos al sol salir de un inmenso mar de nubes que ocultaba la visión de los valles. Las dos, aunque muy bellas, con características diferentes, y así ocurrió que cuando explicaban su experiencia los de un grupo no había forma de que casara con lo que explicaban los del otro grupo. Algunos de los que oían a unos y a otros sacaron la impresión de que no habían estado en la misma cumbre.
Eso mismo, o algo parecido, es lo que viene ocurriendo con las cumbres que se celebran en distintos lugares de nuestro planeta, a las que asisten personas del máximo nivel de gobierno, de la economía y de cualquier otra actividad, con el ánimo de examinar el panorama de aquello que les compete y tratar de acordar soluciones que sean beneficiosas para todos. Al menos eso es lo que se dice que tratan de conseguir, y debe ser verdad ya que la movilización de tantas personas de la máxima categoría mundial no es posible llevarla a cabo sin que existan razones, de mucho peso, que la motiven. Son cumbres extraordinarias.
Tan extraordinarias, tan altas, que no todos llegan a la cota máxima y, por ello, el panorama es contemplado desde diferentes niveles y, así, a la hora de exponer lo que han visto y lo que esa visión les sugiere no llegarán a hacer coincidir sus puntos de vista y hasta es posible que duden de las buenas intenciones o, tal vez, de la veracidad de los que sostienen puntos de vista distintos a los propios. Algo de eso es lo que ha ocurrido con la cumbre celebrada, en Viena, en la que unos estaban preocupados por lo que acertaban a ver y otros decidieron hacer una fiesta a la que llamaron “contra cumbre” y “cumbre alternativa”.
Para muchos de los que llegan a conocer las diversas opiniones de quienes dicen haber estado en la cumbre de Viena, la conclusión es que tales informantes no han estado en la misma cumbre. Muy parecido a lo que pasó con la subida al Teide, en mi juventud.
Manuel de la Hera Pacheco.- 15.Mayo.2006
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home