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miércoles, mayo 31, 2006

Son como fango dorado

Son como fango dorado
En muchas ocasiones nos dejamos seducir por discursos en los que se habla de cosas que llevamos en el corazón, de cosas a las que amamos y a las que nuestra sensibilidad está abierta en todo momento. Es bueno ser sensible ya que ello hace posible la captación, por medio de los sentidos, de aquello que sucede y hasta de aquello otro que puede llegar a suceder. A veces se conoce, con cierta facilidad, el estado de ánimo de la persona con la que se conversa y hasta de aquella otra con la que no se habla pero que se la tiene a la vista. Es buena esa posibilidad de darse cuenta de lo que en verdad hay en el sentir de aquellas personas con las que se tiene relación, aunque ésta sea solo circunstancial; ello nos une más a la humanidad, a la relación humana en toda su dimensión, tanto espiritual como material.
Pero sería insensato no hacer caso a la razón, a la facultad de discurrir que el ser humano posee para conocer, por medio de la mente, aquello que sucede y que sus sentidos han percibido. A veces ocurre que lo que captan nuestros sentidos no son, en verdad, lo que parecen. Hay frases muy bellas que pueden encubrir, a veces, ideas perniciosas. No todo lo que huele bien es bueno para la salud. Venenos hay que son mostrados con un aspecto agradable y con buen sabor, hasta que llega el momento en que su acción se hace patente en el organismo con daños graves que pueden llegar a acabar, en ocasiones, con la vida de quienes recibieron ese veneno. No todo lo que reluce es oro; a veces se trata de fango dorado.
La razón no es enemiga de la sensibilidad, ni ésta lo es de aquella. Ambas forman parte de la capacidad de cada persona, y a ambas se las debe educar para hacerlas más eficaces al servicio de la persona y, como consecuencia, de la relación humana en toda su dimensión - como dijimos antes - tanto espiritual como material. No se debe aspirar a que la humanidad cuente exclusivamente con personas faltas de alguna parte de su desarrollo, o que éste lo sea parcial, poco o nada equilibrado. Personas desequilibradas hacen daño a la sociedad de la que forman parte; la escoran en determinado sentido y hasta llegan a situarla en posición peligrosa que puede motivar, finalmente, su derrumbe total o parcial.
Hay que ser sumamente cuidadosos en el trato y consideración que se debe a los demás. A toda persona hay que llevarle la verdad y no algo que se le parece o que suena bien o que es atractivo. La verdad es dura a veces, pero por ello no deja de ser lo que toda persona necesita para no perder su libertad, ni siquiera una parte de ella, aunque de ésta alguien diga que es mínima y que no tiene importancia que desaparezca. El derecho que la persona tiene a vivir en libertad no se le puede escatimar o escamotear. El fango dorado daña a la verdad de lo que la persona es en sí misma: un ser libre que ama a la libertad que la verdad contiene.
Sensibilidad y razón que debe hacerse crecer al máximo. A nadie se le debe impedir o escatimar ese crecimiento que tanto dignifica al hombre. La educación y formación de la persona, tal como su libertad demanda, no deben ser nunca tan falsas como el fango dorado, por mucho que éste brille.
Manuel de la Hera Pacheco.- 24.Mayo.2006