Aprisionar la verdad
Aprisionar la verdad
A lo largo de la Historia aparecen una serie de situaciones, bastante ligadas unas con otras, en las que se aprecia que sus protagonistas bordean la verdad o la disfrazan, cuando no la pisotean descaradamente. Se empeñaban en conseguir lo que pretendían - por lo general el poder - como fuera, y si había que aprisionar la verdad pues se ponían los medios necesarios para que desapareciera, al tiempo que daban a luz su particular versión de lo que, a partir de ese momento, había que aceptar como verdadero. Triste quehacer de esas personas que, por unas u otras razones, trataron de conseguir, como fuera, aquello en lo que pusieron su mente y su corazón; se hicieron esclavos de sus egoístas deseos y por medio de la injusticia aprisionaron la verdad. No les importó actuar de esa forma y llevaron adelante sus planes, alardeando de que ellos eran los justos porque tenían quienes los aplaudían. Aplausos que, por lo general, se ofrecían como pago a algún que otro favor, ya logrado o, tal vez, esperado.
La Historia mantiene abiertas sus páginas y en ellas se van escribiendo las acciones de cada día, con esa particular versión que cada persona tiene de lo que acontece. Vuelve a aparecer, para cada uno de esos días que vivimos, la figura de quien quiere aprisionar de alguna forma - como sea - la verdad; de quien define, en cada momento de cada día, no sólo pequeñas cosas sino hasta los fundamentos de cuestiones muy serias y que ya estaban más que definidas y asentadas desde siglos atrás. Es enorme el atrevimiento de esas personas y hasta se llega a pensar que no se dan cuenta de lo que dicen de forma tan categórica.
Se olvidan, quienes así actúan, de que la primera y fundamental alianza que el ser humano tiene es con la verdad; con esa verdad que tantas y tantas veces nos señala que no hay que dejarse llevar por la ambición personal, ya que ésta conduce a negar que otras personas tienen ideas válidas y hasta mejores que las propias. Esa ambición, tan negativa, es la que llega a aprisionar la verdad; la que impide que la libertad esté en la realidad de la vida de la sociedad, al someterla a ideas que nacen de forma caprichosa y que son inaceptables por su falta de raíz bien afirmada en la lógica de la justicia. La ambición tiene raíces injustas.
Hay que eliminar la corrupción que se tiene en el mundo a causa de la ambición y volver a encontrarse y vivir tal como lo demanda la primera y fundamental alianza del ser humano; vivir en la verdad y para la verdad, añadiendo a la fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor. Eso escribió San Pedro hace 20 siglos y nos cuesta mucho cumplirlo, a pesar de que es bueno para el bien de la humanidad.
No se hable de otra alianza, por muy importante y ambiciosa que pueda parecer y hacer soñar, si se abandona aquella primera alianza del ser humano, la de vivir en la verdad y para la verdad. ¿Es que, acaso, no interesa la verdad?. ¿Tan incómoda resulta?. Causa rubor y también verdadero dolor comprobar que no hemos sido capaces de llevar a los demás la verdad del amor. Tenemos en prisión a la verdad.
Manuel de la Hera Pacheco.- 5.Junio.2006
A lo largo de la Historia aparecen una serie de situaciones, bastante ligadas unas con otras, en las que se aprecia que sus protagonistas bordean la verdad o la disfrazan, cuando no la pisotean descaradamente. Se empeñaban en conseguir lo que pretendían - por lo general el poder - como fuera, y si había que aprisionar la verdad pues se ponían los medios necesarios para que desapareciera, al tiempo que daban a luz su particular versión de lo que, a partir de ese momento, había que aceptar como verdadero. Triste quehacer de esas personas que, por unas u otras razones, trataron de conseguir, como fuera, aquello en lo que pusieron su mente y su corazón; se hicieron esclavos de sus egoístas deseos y por medio de la injusticia aprisionaron la verdad. No les importó actuar de esa forma y llevaron adelante sus planes, alardeando de que ellos eran los justos porque tenían quienes los aplaudían. Aplausos que, por lo general, se ofrecían como pago a algún que otro favor, ya logrado o, tal vez, esperado.
La Historia mantiene abiertas sus páginas y en ellas se van escribiendo las acciones de cada día, con esa particular versión que cada persona tiene de lo que acontece. Vuelve a aparecer, para cada uno de esos días que vivimos, la figura de quien quiere aprisionar de alguna forma - como sea - la verdad; de quien define, en cada momento de cada día, no sólo pequeñas cosas sino hasta los fundamentos de cuestiones muy serias y que ya estaban más que definidas y asentadas desde siglos atrás. Es enorme el atrevimiento de esas personas y hasta se llega a pensar que no se dan cuenta de lo que dicen de forma tan categórica.
Se olvidan, quienes así actúan, de que la primera y fundamental alianza que el ser humano tiene es con la verdad; con esa verdad que tantas y tantas veces nos señala que no hay que dejarse llevar por la ambición personal, ya que ésta conduce a negar que otras personas tienen ideas válidas y hasta mejores que las propias. Esa ambición, tan negativa, es la que llega a aprisionar la verdad; la que impide que la libertad esté en la realidad de la vida de la sociedad, al someterla a ideas que nacen de forma caprichosa y que son inaceptables por su falta de raíz bien afirmada en la lógica de la justicia. La ambición tiene raíces injustas.
Hay que eliminar la corrupción que se tiene en el mundo a causa de la ambición y volver a encontrarse y vivir tal como lo demanda la primera y fundamental alianza del ser humano; vivir en la verdad y para la verdad, añadiendo a la fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor. Eso escribió San Pedro hace 20 siglos y nos cuesta mucho cumplirlo, a pesar de que es bueno para el bien de la humanidad.
No se hable de otra alianza, por muy importante y ambiciosa que pueda parecer y hacer soñar, si se abandona aquella primera alianza del ser humano, la de vivir en la verdad y para la verdad. ¿Es que, acaso, no interesa la verdad?. ¿Tan incómoda resulta?. Causa rubor y también verdadero dolor comprobar que no hemos sido capaces de llevar a los demás la verdad del amor. Tenemos en prisión a la verdad.
Manuel de la Hera Pacheco.- 5.Junio.2006
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